miércoles, 5 de octubre de 2016

ARQUITECTURA PENSADA PARA MOMENTOS DE EMERGENCIA Avalanchas, sismos, terremotos, es difícil predecir cuándo van a ocurrir.

Colombia se encuentra en una zona de alta sismicidad y Cali es una de las regiones más vulnerables.
Pero es justo en esta ciudad donde un grupo de 100 estudiantes de arquitectura de la Universidad San Buenaventura idearon 33 propuestas de vivienda temporal para hacer frente a las emergencias. Se trataba de solucionar con la mayor rapidez posible las necesidades básicas primarias de albergue y servicios públicos, cuando la naturaleza ha arrasado con todo.
Después de las emergencias solo se ven carpas, por eso los damnificados tienden a rechazarlas, porque simboliza la tragedia. Lo que ofrecen estos estudiantes son alternativas.
Se trata de soluciones prácticas: son casas para armar; tienen pocas piezas, porque la idea es que la armada resulte fácil y que en ese proceso participen todos los miembros de la familia; están elaboradas con materiales de la región; se emplea mucho elemento reciclable. Son cómodas para transportar en un camión, en caso de una tragedia deben movilizarse por los menos 40 de esas casas en un solo automotor. Son como una especie de armotodo, donde las piezas van empacadas en una caja.
Las viviendas se adaptan tanto al clima frío como caliente y a toda clase de terreno, porque nunca se sabe dónde pueda ocurrir la tragedia.
Son casas donde pueden vivir durante dos o tres meses los damnificados, mientras se ubican. Son reutilizables, porque lo que se pretende es que una vez pase la emergencia se guarden en una bodega hasta cuando sea necesario armarlas de nuevo.
Los diseños se trabajaron sin descuidar el aspecto ambiental; no hay que talar los árboles y no hay necesidad de excavar para ubicar la casa porque se trata de estructuras que se posan sobre el suelo.
Además, se vislumbran también como solución temporal al problema de vivienda que se presenta con los desplazados por la violencia.
Que no nos coja la emergencia sin estar preparados , dice el arquitecto Gonzalo Peláez de la Fundación Taller de América, la entidad promotora del taller donde brotaron estas propuestas.
Las viviendas En los 33 proyectos los muchachos invirtieron 240 horas, se debía trabajar hasta las 5 de la tarde, pero terminaban por quedarse hasta las 7 de la noche.
Una de las casas fue pensada con la estructura de la sombrilla, funciona igual; se abre y queda todo el techo; las paredes se salen por fuera del paraguas para aumentar el área.
Está la vivienda pantógrafo, el instrumento formado por cuatro tablillas que sirve para copiar o reducir de manera mecánica los dibujos. Las tablillas se llevan desarmadas, se aseguran los puntos para dar la rigidez necesaria y con lona se hace el entorno.
Hay otra trabajada solo con paneles; con ellos se arma el techo, las paredes, los pisos, las puertas y las divisiones en el interior de la vivienda.
Un grupo se inspiró en una división geométrica; se hizo un gran cubo que se puede desplegar para formar las camas o el techo; toda la casa es un conjunto de cubos.
También se recurrió a las cañas de pescar para armar la estructura del albergue, por su flexibilidad; se trata de tubos plegables que se doblan y se guardan sin problemas. La cubierta y el piso son plegables y la parte modular va en madera.
Así mismo, está la vivienda que funciona como los convertibles; la que se elaboró solo con tubos de cartón y otra que es toda plegable, no hay que armarla porque las partes ya vienen unidas.
Los expertos Entre los invitados al taller estaba el diseñador industrial chileno, Carlos Hinrichsen, quien consideró que algunas propuestas podían industrializarse o producirse en serie.
Tienen una visión integral, las propuestas se ajustan a distintos climas y latinoamérica podría recurrir a ellas e incluso podrían ser solución en Asia. Se vieron maquetas atractivas , comentó Hinrichsen.
Para el mexicano Carlos González, quien vivió la experiencia del terremoto del 19 de septiembre de 1985 en su país, las propuestas de la San Buenaventura responden a un tema álgido en este fin de siglo.
No son casuchas de cartón, no son viviendas improvisadas como las que tocó hacer en México. Aquí se deja el cuerpo de soluciones para una cultura arquitectónica comprometida con las emergencias , señaló González.
*** Una Fundación para América Latina La idea de diseñar estas viviendas para tiempos de emergencia partió de la Fundación Taller de América.
La Fundación que nació hace dos años y cuya sede central está en Bogotá, se caracteriza por trabajar de la mano con las universidades de América Latina; sin embargo, no está casada con ninguna en especial, ni con ninguna ciudad en particular. Quienes hacen parte de ella se sienten ante todo latinoamericanos.
Para los arquitectos que dieron vida a esta iniciativa era claro que la entidad debía unirlos en medio de este mundo globalizado.
Hoy es más fácil conocer que propuestas se manejan en México o Guatemala , dice Gonzalo Peláez, uno de los miembros de la Fundación.
Durante este taller, por ejemplo, se contó con profesionales de Venezuela, Chile, México, Guatemala y Colombia, porque uno de los objetivos que se persigue es precisamente el intercambio de habilidades y experiencias.
En forma simultánea se realizaba otro en Chihuahua, México. Allá la preocupación era la arquitectura y el lugar.
Es el nuestro un continente en permanente invención, de experiencias que se superponen con un ritmo feroz, con huellas sabias y cicatrices dolorosas en el pasado y muchos caminos abiertos hacia el futuro. En este contexto singularmente rico, la Fundación Taller América se crea para estudiar desde la perspectiva de la arquitectura, el urbanismo y el diseño, las viscisitudes y opciones de su desarrollo, con el respaldo institucional de algunas de las más prestigiosas universidades latinoamericanas .

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