A principios del siglo XVIII comienza una reacción contra el Barroco. Los arquitectos reivindican una vuelta al clasicismo e inician el camino hacia el racionalismo y la funcionalidad de la arquitectura. En una época marcada por la Razón, se piensa que la belleza y el estilo de un edificio dependen de su funcionalidad, lo que significa que debe priorizarse la función sobre la decoración.
En esa línea, comienza a defenderse la simplicidad ornamental y la perfección en el empleo de las proporciones y la simetría así como el respeto a la unidad de conjunto del edificio. La mentalidad de la época identifica lo bello con lo necesario y desdeña todo elemento decorativo superfluo, por innecesario y caro.
Los arquitectos analizaron directamente tanto los restos grecorromanos como las creaciones renacentistas de los siglos XV y XVI y estudiaron los tratados de arquitectura que se habían utilizado a lo largo de la historia.
La arqueología estaba en auge, por lo que se descubrieron y recuperaron muchos elementos del pasado, como Pompeya y Herculano, comprobándose entonces que tratados como los de Vitruvio describían más una arquitectura clásica idealizada que real y provocando cierto desdén hacia la obra de dicho tratadista. Paralelamente comenzó a valorarse y ensalzarse la obra teórica de Palladio.
Los eruditos se interesaron por la historia y por toda la variedad de estilos a lo largo de ella. En la segunda mitad del siglo XVIII, Piranesi publicó muchísimos grabados de las antigüedades romanas que tuvieron una gran difusión por toda Europa, fomentando el interés por la antigüedad. El problema fue que el grabador tenía una visión muy peculiar y barroca, mostrando la ruinas no tal cual eran en realidad, sino en imágenes manipuladas para darle un toque más artístico, y esto fue una, entre otras, de las causas que iniciaron el espíritu romántico respecto a los tiempos del arte clásico.
Los arquitectos no aplicaron todos los componentes clásicos a su arquitectura, sino solo aquellos que significaran claridad, racionalismo y utilidad.
Como era la época de la Razón, se abrieron debates para mejorar ciertos edificios de uso público, como teatros, hospitales o cárceles. Eran debates donde se pretendía aplicar la ciencia en la optimización de dichas tipologías arquitectónicas. Se habló sobre cual sería la curva ideal para la sala de un teatro, o de cuales eran los materiales más idóneos para su construcción, todo basándose en los conocimientos de acústica y óptica. También se intentaron crear tipologías de hospitales para mejorar la ventilación o el aislamiento de los enfermos y se crearon nuevos modelos de cárceles que fueran más salubres y más orientadas al orden y a la seguridad.
Otra tipología de edificios muy acorde con la Ilustración fueron los museos. Como hemos dicho antes, se había producido una revalorización de la historia, muchas expediciones arqueológicas llevaban a las ciudades europeas ingentes cantidades de restos encontrados en las excavaciones, por lo que comenzaron a diseñarse grandes edificios para albergarlos, poderlos exhibir y darle prestigio a la ciudad que los tenía. Los museos se proyectaron como grandes templos de la cultura y se diseñaron de forma racional y funcional, dotándolos de amplias salas muy iluminadas y casi todos con una estética que imitaba la Grecia clásica. De aquella época son la Glypoteca de Munich, el Altes Museum de Berlín o el British Museum de Londres.
Normalmente todos los arquitectos viajaban a Roma para inspirarse y formarse, pero era en París y Londres donde se gestaban todas las novedades.
Francia nunca había abandonado del todo el clasicismo, ni siquiera en la época de pleno barroco. Con la Ilustración su arquitectura se convirtió en una síntesis del mundo clásico, a través de Vitruvio, del Renacimiento, de Palladio, y de las tendencias barrocas.
Se reivindicó el uso de la columna exenta frente a la pilastra y comenzaron a rechazarse los excesos decorativos de épocas anteriores, como el Rococó. Hubo un retorno a las formas rectangulares, a la claridad volumétrica, con un predominio de las líneas rectas y las formas geométricas más sencillas, como las creaciones de Jacques-Ange Gabriel: el cúbico Petit Trianon de Versalles (1764), los edificios gemelos con columnas y frontones de la actual Plaza de la Concordia (1755-63) o la Escuela Militar de París (1751).
Se mezclaban diferentes estilos de la historia y se jugaba con los significados que implicaban ciertos elementos arquitectónicos. Esto es lo que hizo Soufflot cuando diseñó la iglesia de Santa Genoveva de París (1757-1791), actual Panteón de Hombres Ilustres, creó una fachada con un gran peristilo al estilo romano, similar al del Panteón de Roma, sobre el que sobresale una cúpula semiesférica sobre un tambor de columnas, en referencia al Vaticano o a San Pablo de Londres, juntando clasicismo con elementos cristianos, pagano y católico.
Con la Revolución Francesa se crea una corriente de arquitectura visionaria, de proyectos megalómanos imposibles de materializarse y repletos de poesía. Obras colosales como el Cenotafio de Newton de Boullée que nunca llegaron a construirse. Todos estos proyectos se quedaron solo en el papel ya que no se construía casi nada, dada la situación del momento. Algo que cambió totalmente con la llegada de Napoleón al poder.
El emperador usó la arquitectura como un arma propagandística y de glorificación de su persona y triunfos. Era una arquitectura severamente clásica, inspirada en el Imperio Romano. Hubo una fiebre constructora en París, en un intento de convertirla en una nueva Roma, llenándolo de edificios de una gran pureza clásica como el Arco de Triunfo, el Arco de Carrusel, la Columna Vendôme o la Iglesia de La Magdalena.
En el caso de Inglaterra la arquitectura era muy palladiana, historicista y ecléctica. Los arquitectos eran personas muy cosmopolitas y hubo un internacionalismo arquitectónico. Se mezclaba a Palladio con los conocimientos de la antigüedad clásica y con la arquitectura francesa de la época. También se produjo un “descubrimiento” de la Edad Media, que dejó de verse como una época oscura y bárbara, comenzando a aplicarse influencias del gótico, sobre todo a principios del siglo XIX. La movilidad y los viajes provocaron hasta que apareciera un gusto por la estética china.
El arquitecto Robert Adam decoró palacios con una mezcla de estilo pompeyano y renacentista que tuvo mucho éxito y diseñó palacios como Kedleston Hall cuya fachada estaba basada en el Arco de Constantino y la Fontana de Trevi de Roma.
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